La pata de cabra
El Universal, 6 de marzo de 2004 El Meridiano de Córdoba, 12 de junio de 2004
El invento del contenedor y, sobre todo, la difusión de su uso, dio inicio a una verdadera revolución en materia de transporte, ya sea éste marítimo, fluvial, aéreo o terrestre.
En los puertos el uso del contenedor exigió la instalación de equipos especializados con los que se rompieron todos los estándares establecidos en cuanto a rendimiento, eficiencia y seguridad. La bajísima incidencia en robos, saqueos y accidentes que actualmente registran los puertos colombianos, además de las buenas administraciones, tienen como causa primordial el uso del contenedor.
Hasta hace pocos años la mayor parte de los bienes que se movilizaban por los terminales marítimos de Colombia llegaban embalados como carga suelta (cajas, cartones, guacales, sacos, atados, fardos, etc.). Hoy casi todos esos elementos vienen acomodados dentro de contenedores, lo que brinda a los cargamentos una seguridad extra, y a las líneas marítimas y puertos una gran facilidad para su manejo.
Uno de los principales clientes del Terminal Marítimo de Cartagena es Sofasa. Actualmente Sofasa, como todos los importadores grandes, utiliza preferentemente el contenedor para el transporte de sus pedidos de CKD (piezas sueltas para ensamblar). La administración del puerto (Colpuertos) cuidaba mucho de Sofasa como cliente muy especial, hasta el punto de destinarle en exclusividad un patio pavimentado, contiguo a la Dirección de Operaciones, al que circundó de una malla de acero. Sin embargo, muy a pesar de todas esas medidas de precaución, algunas veces, cuando los cargamentos llegaban a Medellín, acusaban saqueo de algunas piezas. Se decía que en la plaza de Cartagena se conseguían repuestos de Renault a precios más bajos que los de Medellín.
La administración del puerto tomó medidas especiales; además de los organismos tradicionales de vigilancia y seguridad como los celadores de Colpuertos, los guardas de la Aduana y los agentes de la Policía de Vigilancia Portuaria, contrató unos observadores desarmados cuya labor era recorrer los patios e instalaciones y comunicar cualquier detalle que les llamara la atención.
Era noche cerrada cuando Alfredo Miró se paseaba por los alrededores del Patio Sofasa y descubrió en la semioscuridad a un hombre corpulento situado detrás de una de las enormes cajas a la que, al parecer, trataba de violentar con la ayuda de un instrumento parecido a una “pata de cabra”. Alfredo acudió presuroso a la guardia de la P.V.P. al puesto de Resguardo de Aduana y a la Seguridad de Colpuertos. Todos alertas esperaron la salida del sospechoso.
Al ser interrogado por el sargento Chitita, el hombre dio la siguiente explicación: “Me llamo Esteban Pérez y me ocupo de labores ocasionales en los barcos. Estaba orinando detrás de una de esas cajas grandes. Yo no soy ningún ladrón ni he saqueado nada”. El cabo Reyes de la Aduana preguntó: “¿dónde tienes escondida la pata de cabra?”. Saúl Alvear, de la Seguridad de Colpuertos, propuso desnudarlo para salir de dudas. Efectivamente, lo despojaron de sus ropas y al quedar completamente desnudo dejó al descubierto la “pata de cabra” que, aún en reposo, medía unas 8 pulgadas. El agente Useche exclamó: ¡Caracha! Con razón a este hombre lo apodan El Burro Prieto.