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No esperemos que Asia salve la economía
Por: Natalia Gil Betancourt, Líder de investigaciones económicas
Grupo Puerto de Cartagena
Grupo Puerto de Cartagena
Los mercados financieros globales estuvieron nerviosos en mayo, pero aún resisten. Las empresas han informado de cierta disminución de las ganancias, pero nada que asuste a los analistas. Si bien los mercados crediticios han reaccionado de manera adversa a la serie de quiebras bancarias en los EE. UU., los indicadores de riesgo de contraparte se mantienen muy por debajo de episodios anteriores de tensión, como los vividos durante la crisis de 2008. Sin embargo, los mercados de bonos están valorando una recesión inminente al apostar por una curva de rendimiento profundamente invertida, pero cabe resaltar -para tranquilidad de muchos- que las condiciones de liquidez global parecen manejables, según lo sugerido por varios indicadores de financiamiento en Estados Unidos.
Aunque la dinámica económica mundial mantiene un curso sostenible, hay bastante inquietud en algunos profetas económicos alrededor de cuándo será el momento de una recesión en los EE. UU., pues existe una alta probabilidad de una "combustión lenta" de escenarios riesgosos que se desarrollarían durante los próximos 18 meses de acuerdo a los principales indicadores. Aunque se están acumulando obstáculos materiales a partir del endurecimiento de la política monetaria, el impacto de los shocks de oferta en 2022 se está desvaneciendo y oxigenando a la economía mundial.
No obstante, la sostenibilidad de un crecimiento económico mundial en 2023 sigue en duda dada la dinámica de la inflación y los primeros indicios de una debilidad material en Europa. Los bancos centrales mundiales continúan enfrentando presiones para ajustarse a corto plazo con base en los datos económicos, pero hay razones para que también consideren detener el alza de tasas de interés para equilibrar el riesgo de estrés financiero con los riesgos macro. Al observar los ciclos anteriores de aumento de tasas, hay instancias en las que los ajustes de la política monetaria pueden causar perturbaciones financieras impactantes, aunque no terminan en una recesión.
Si en los mercados financieros llueve, en la industria marítima no escampa. Después de una fuerte caída en los precios de los fletes, y a pesar de que parece que el mercado de contenedores está encontrando un equilibrio entre la oferta y la demanda, el panorama financiero de las líneas navieras se vislumbra complejo para el cierre del año 2023. Y es que las ganancias extraordinarias de 2022, derivadas de la demanda insostenible impulsada por el COVID-19 y la congestión portuaria correspondiente, no volverían a estar en el radar en el mediano plazo, según sus resultados financieros del primer trimestre.
Bajo el contexto de estrés geopolítico entre China y Estados Unidos se habla mucho de la desglobalización y de la reconfiguración geográfica de la cadena de suministro. No obstante, y de acuerdo a las proyecciones del Fondo Monetario Internacional -las cuales calculan que más del 40% del crecimiento económico mundial entre 2023 y 2028 se seguirá ubicando en China e India- pareciera que por ahora triunfa más la narrativa, aún sin evidencia clara en los datos comerciales agregados.
El desacoplamiento entre EE. UU. y China es más el resultado de una dinámica política que un fenómeno comercial real que conduce a una mayor fragmentación. Algunos expertos argumentan que EE. UU. no está buscando un desacoplamiento total, sino más bien una eliminación de riesgos, ya que EE. UU. entiende que no podrá aislar completamente a China en todos los tipos de tecnologías. No hay que olvidar que China sigue siendo el país que más gasta en inversión industrial en el mundo, y EE. UU. está tratando de ponerse al día fomentando a sus empresarios a que trasladen una parte de su cadena de suministro fuera del gigante asiático. La verdad es que las compañías que hoy relocalizan parte de su producción en Asia, lo hacen principalmente porque los costos laborales reales han crecido significativamente en China a lo largo de los últimos 5 años.
En cualquier caso, dentro de los mercados emergentes, los países de América Latina, especialmente México, Colombia, Brasil y Chile, se beneficiarán de las oportunidades del ‘nearshoring o friendshoring’ en el futuro inmediato.