El turismo de cruceros
El Universal, 7 de agosto de 2000
A medida que fue avanzando en el siglo XX, las naciones tomaron conciencia de la importancia económica y cultural que para los pueblos representa la actividad turística, a tal punto que para muchos países es fuente principal de ingresos y factor decisivo del equilibrio de su balanza internacional.
Para que un país pueda explotar con éxito la “industria sin chimeneas”, debe ofrecer a sus potenciales clientes condiciones amables que los atraigan, tales como: ciudades limpias y ordenadas, bellos monumentos, paisajes naturales, protección ambiental, playas, cómodos hoteles, restaurantes, buenas vías de comunicación, medios de transporte y, en fin, todo aquello que pueda inducirlos a permanecer unos días agradables en un sitio distinto. No es un secreto que la imagen que actualmente proyecta Colombia hacia el exterior no es la mejor. Sería necio abundar en detalles que todos conocemos.
La Secretaría de Estado de los Estados Unidos, la nación con el mayor potencial turístico, desde hace algunos años venía publicando un “Travel Advisory”, una especie de consejo para los ciudadanos de ese país, mediante el cual se les advertía de ciertos riesgos que corrían en un posible viaje a Colombia. Hoy la misma Secretaría publica un “Travel Warning”, con el que hace saber a sus conciudadanos de manera clara que Colombia es un país peligroso.
Curiosamente, la actividad de los cruceros de turismo que hacen escala en Cartagena, lejos de haber disminuido, se ha acrecentado durante los últimos años. Afortunadamente, la imagen del puerto cartagenero vinculado al turismo caribeño sigue teniendo su tradicional aceptación. Durante la temporada 1999-2000, finalizada en mayo, llegaron 167 barcos de crucero, con unos 175.000 pasajeros y 86.000 tripulantes, la mayor parte de ellos procedentes de los Estados Unidos.
Debemos considerar la importancia que para el país, y muy especialmente para Cartagena, reviste la presencia, breve pero constante, de los cruceros de turismo. Agentes marítimos, compañías de pilotos, remolcadores, administración del puerto, sitios históricos, operadores de turismo, compañías de buses, busetas y taxis, guías, hoteles, bares, almacenes de artesanías, joyerías, entre otros, se benefician del dinero que irriga la llegada de un buque de turismo.
La atención que brindemos al turista es como una gran cadena, y cada uno de los servicios ofrecidos constituye un eslabón de la cadena. Tratemos cada uno de mantener nuestro eslabón en perfecto estado de servicio. Si uno solo llegare a fallar, la cadena se rompería y el turista regresaría a su lugar de origen contrariado. Recordemos siempre aquel eslogan: “Turista satisfecho atrae más turistas”.