El Universal, 15 de septiembre de 2001

En publicaciones anteriores expliqué cómo el puerto de Cartagena caía en prolongados períodos de postración por la falta de carga y cómo la situación se mejoraba cuando las Bocas de Ceniza entraban en crisis por la poca profundidad que presentaban a la entrada del Gran Río.

Entonces los buques eran desviados a Cartagena, donde se producía un gran caos. Nuestro terminal y su gente estaban acostumbrados a manejar unas 4.000 toneladas al mes y se tenían que enfrentar a treinta o cuarenta mil. Entonces se echaba mano de personal inexperto que más bien era factor de confusión. A éstos, los veteranos del terminal solían llamarlos “noruegos”.

Eugenio Vergara Samudio, “Geño”, acababa de llegar de Sincelejo en busca de trabajo. Era de hacha y machete y no se arredraba ante ninguna labor. Informado de que en el terminal estaban buscando personal, habló con Eduardo Pájaro León, entonces presidente del sindicato. Así entró “Geño”, como “noruego”, a trabajar en el terminal marítimo.

Despierto y dispuesto para cualquier labor, si el capataz le decía: “Oye, Sincelejo, ¿quieres ir a trabajar en un buque que está fondeado en la bahía?”, él inmediatamente respondía: “Yo mismo soy el gallo”. Siempre la forma de expresar su disponibilidad era la misma: “Yo soy el gallo”. Por eso dejaron de llamarlo Sincelejo y de ahí en adelante pasó a llamarse “Compae Gallo”.

Fue por varios años estibador. Aprovechó las épocas de las vacas gordas, cuando una tanda tras otra de buques cargados hasta los topes eran desviados hacia Cartagena. Muchos “noruegos” tiraban la toalla, pero el “Compae Gallo” permaneció dando la batalla.

Con sus ahorros paró una casita en el solar que había comprado a la señora María Conqué. Pero vino la época de las vacas flacas. Los buques regresaron a Barranquilla y los turnos se hicieron más distantes. La situación se le puso “color de hormiga” al “Compae Gallo”. Nuevamente recurrió a Eduardo Pájaro, quien le propuso: “ ‘Pie Pelúo’ y ‘Medio hombre’ se van a jubilar, de manera que se producen dos vacantes de ‘aguatero’. Si te suena el cambio, yo puedo ayudarte”. Al poco tiempo “Compae Gallo” pasó a ser “aguatero”, cargo con el mismo salario, pero con turnos más frecuentes. El aguatero, después de colocar el agua con hielo en los puestos de trabajo, quedaba libre por algunas horas. Más tarde volvía a surtir de agua helada los tanques, y nuevamente quedaba en una relativa ociosidad. Esos tiempos libres los aprovechaba el “Compae Gallo” para hacer pequeños negocios de “turrería” con los vaporinos. Todos lo conocían y se congraciaban con sus ocurrencias.

Un día se le dio por aguaitar por el ojo de buey de un camarote, donde encontró que el “steward” y una de las camareras se hallaban entregados a la frenética tarea de hacer el amor. El hombre, al darse cuenta, agarró un pocillo que estaba cerca y lo arrojó con fuerza. La taza chocó contra eI borde de bronce y una esquirla hirió al “Compae Gallo” en el ojo izquierdo. Aunque le prestaron servicios médicos inmediatamente, perdió la visión por ese ojo.

Para la época estaba en todo su furor la composición del maestro José Barros, “El Gallo Tuerto”. Los compañeros de Eugenio, en lugar de “Compae Gallo”, lo llamaron “El Gallo Tuerto”, apodo que a Geño disgustaba profundamente. Así, entre Gallo Tuerto y Compae Gallo, se jubiló, para terminar sus días en Sincelejo, donde siempre, con sus dos ojos o con uno sólo, siguió siendo Geño Vergara.