“B.A.P. Almirante Grau”
El Universal, 5 de enero de 2002
En mi último artículo, “La casa de cruceros”, relaté algunos acontecimientos importantes ocurridos donde hoy se encuentra ésta, dedicada a la atención de turistas y viajeros que llegan a Cartagena por vía marítima. Con motivo del conflicto armado entre Perú y Colombia por los años treinta, en todo el territorio nacional se desató un fervor patriótico que se tradujo en manifestaciones multitudinarias, discursos encendidos, enrolamiento de jóvenes voluntarios y generosas contribuciones en dinero y joyas.
Si bien es cierto que el conflicto causó algunas víctimas y forzó muchos gastos inesperados, no cabe duda de que sirvió para congregar a todos los colombianos alrededor del Gobierno nacional, presidido por el doctor Enrique Olaya Herrera.
Cartagena no podía quedar al margen de toda esta agitación patriótica. En medio de tanta conmoción, de discursos grandilocuentes y de las escasas noticias que nos llegaban del Sur, se difundió en la ciudad la especie de que un crucero de combate de la Armada peruana se dirigía a Cartagena con propósitos hostiles. Una histeria colectiva se apoderó de la ciudadanía.
El Perú había adquirido dos cruceros construidos en 1906, que llevaban los nombres de dos héroes peruanos: “Almirante Grau” y “Coronel Bolognesi”. Según las consejas que corrían, el “Almirante Grau” se dirigía a Cartagena con la intención de bombardearla. Era un buque de 3.200 toneladas de desplazamiento, 24 nudos de velocidad máxima, 315 tripulantes, 2 cañones de 6 pulgadas, 6 cañones de 3 pulgadas, 2 cañones antiaéreos de 3 pulgadas, 4 piezas antiaéreas de 20 mm, 5 ametralladoras, 2 tubos sumergidos de 18 pulgadas, lanzatorpedos y autonomía de 3.700 millas. Colombia no disponía de una fuerza naval capaz de oponerse a un buque con tal poder ofensivo.
Pero se produjo un hecho que tranquilizó en parte a la ciudadanía. En las instalaciones de SCADTA, situadas donde hoy se encuentra “La Casa de Cruceros”, apareció un hidroavión con ametralladoras y bombas colocadas debajo de las alas, al que todos llamaban el “sesquiplano”. Los aviadores eran americanos. Según las consejas que circulaban, el “sesquiplano” debía sobrevolar al “Almirante Grau” y, si se notaban actitudes hostiles, debía arrojar las bombas sobre el buque.
Un sesquiplano es un avión de dos alas (dos planos), pero el ala superior tiene una longitud de casi el doble de la inferior. El prefijo sesqui significa uno y medio, en este caso, ala y media. En Cartagena utilizamos mucho el prefijo sesqui en 1961, con motivo del sesquicentenario de la Independencia (150 años) y en 1983 para la celebración del trisesquicentenario de la fundación de la ciudad (450 años).
El sesquiplano de nuestra narración fue de la Andian National Corporation, una adquisición del Gobierno nacional que acondicionó con ametralladoras y bombas. Poco después Colombia adquirió otros sesquiplanos en los Estados Unidos.
Pero volviendo al presunto enfrentamiento “Almirante Grau” vs. “Sesquiplano”, el público cartagenero se mostraba expectante, como si se tratara de un combate de box entre Primo Carnera y Max Baer, o, para actualizarnos, entre Mike Tyson y Evander Holyfield. Cuando se supo que el crucero peruano ni siquiera había cruzado el canal, muchos sentimos un gran alivio, pero otros experimentaron una especie de frustración deportiva, tal como si el “referee” hubiera cantado un “forfeit”, por abandono de uno de los contrincantes.